Que solía ser trabajador, trabajos pesados, me mostró sus manos, arrugadas y duras, callosas, pero que a pesar de eso le gustaba fumar, lo disfrutaba mucho, -cada vez que me sentaba era inevitable fumar un cigarrillo-me contó-, sin embargo no era un gran fumador. Podría ofrecerle un cigarrillo le dije, pero dudo que dejen fumar aquí, no te fijes hijo- me dijo- ya me quitaron los pulmones, ya para qué- reímos abiertamente. Shhh interrumpió la encargada.
No quiso decirme cómo fue que murió. Definitivamente no fue de los pulmones le dije, no se ven sanos, pero no se ve que sea esa su causa. Guardó silencio, no fue de vejez, le continué diciendo, puedo asegurar que usted no pasa de los 70, incluso de los 65. Siguió callado. No me gusta recordar mi muerte,- me dijo- sobre todo porque eso fue lo que provocó que yo viniera a quedarme aquí, a que me estés cortando en pedacitos, cuando yo todo lo que quería era ser enterrado por mi familia. No quiero contarte mas, sigue haciendo tu trabajo.
Yo seguí cortándole la piel... qué bueno que estudias hijo- me dijo- y yo me aguanté la risa, y le dije, no, no soy muy estudioso- pues deberías serlo, podrías terminar viviendo, y morir en la calle como yo. Silencio. Creo que estoy mas a gusto aquí que en mis últimos días de vida. La encargada, aunque me trata como si yo fuera su herramienta de trabajo y no como un ser... lo interrumpí diciendo, usted es su herramienta de trabajo. Es verdad, ahora veo que realmente nací para ser cadáver de anfiteatro, esta es mi vocación. Reímos. La encargada me dijo que guardara silencio.
Quisiera que me contara sobre su niñez. Su adolescencia, sus amores.
Bah! Mis amores, por esos caí al alcohol, y justo cuando estaba dejándolo es cuando muero y mira lo que son las cosas, ahora me la paso ahogado en formol. -Reí yo y al ver que el no se rió guardé silencio.
Mi niñez fue dura. Pero creo que fue lo que mas disfruté de mi vida. Ni por aquí me pasó que yo terminaría aquí, hablando contigo. En cuanto a mi adolescencia no hay mucho qué decir, fue cuando realmente me eché a perder, incluso mas que ahora, -reímos-. Es hora, ya te tienes que ir.
Me despedí, y le pregunté su nombre- Bah!, eso no importa, aquí todos me dicen cadáver 14, qué mas da.- solté una ligera risilla, lo tapé y me fui.